martes, 17 de marzo de 2009

Grabar supone el fascinante y dramático dominio de la materia
Pareciera que el destino del hombre ha sido, es y será la lucha: siempre tiene delante de sí algo que vencer, algo que se le opone con gran tenacidad. Quizás sea ese el sentido de la vida, que da energía y sentido creador a sus búsquedas.
Hacer un grabado tiene idéntico postulado: la lucha.
Grabar supone el fascinante y dramático dominio de la materia: quien emprenda esa aventura debe estar preparado y ser consciente, que las mismas reglas de la vida rigen para el grabado. Luchar, luchar siempre, con fuerza y sin renuncios. La entrega debe ser total. Porque es insospechable la fuerza que opone una plancha de zinc: no se deja doblegar, no quiere participar, el artista debe apelar sus grandes reservas espirituales, a su tenacidad y a su fe. Hay que vencer grandes dificultades, cometer muchos errores, y son largas las jornadas de disciplina y concentración, de espera y cansancio siempre en procura de extraer del material algo más. Pero llega el momento en que el material dominado comienza a participar: entonces desencadena situaciones insospechadas, imprevisibles, que el artista debe aprender a manejar, a controlar y poner al servicio de lo que realmente busca. En ese momento estamos concretando la gran aventura. Estamos grabando. Estamos viviendo.
Alfredo de Vincenzo
1994